lunes, 30 de junio de 2014

Los siglos de la Aljama Judía de Sevilla

Es posible que la Aljama de Sevilla haya sido, si no la más antigua, sí uno de los primeros barrios judíos de España. Hispalis era el lugar clave de la Península y Escipión hizo más tarde de ella su capital. Los judíos debieron de sentirse atraídos por la gran ciudad que dio su nombre a toda Hispania. Durante la etapa visigoda la judería sevillana tuvo una influencia considerable ya que, dados como eran al comercio y a la industria, debían prosperar allí donde había mayor riqueza y población.

Durante la conquista de España por los árabes, los judíos que habían contribuido a la invasión fueron respetados y tratados con generosidad por los musulmanes y se establecieron en todas las ciudades tomadas. La judería sevillana era una de las más numerosas y sin duda la más laboriosa de todas. Por aquel entonces, Sevilla no solamente destacaba por sus relaciones comerciales facilitadas por la importancia de su río, sino también por sus escuelas de medicina, donde venían a estudiar los principales médicos de España.

Los judíos fueron la minoría más numerosa e importante de la Sevilla bajomedieval. Antes de la conquista cristiana, en 1248, es probable que la Judería se despoblara a mediados del siglo XII a causa de la invasión almohade, que expulsó a los cristianos y judíos de sus territorios. Lo que es seguro es que la mayoría de los judíos que se establecieron en Sevilla con la conquista procedieran de Toledo.

Desde los primeros momentos de la conquista cristiana, los judíos ocuparon en Sevilla un barrio propio, situado prácticamente extramuros, al norte del Alcázar. Sabemos que, en 1252, Alfonso X donó a los judíos tres mezquitas en la Judería, para que las convirtieran en sinagogas. Estas sinagogas se corresponden con tres iglesias actuales: Santa Cruz, San Bartolomé y Santa María la Blanca. El barrio libre que los judíos ocupaban en Sevilla abarcaba una amplia extensión de la ciudad.


Durante los siglos XIII y XIV, los judíos contribuyeron a reactivar la economía sevillana. Muchos de ellos se convirtieron en servidores de la casa real, arrendadores de las rentas de la frontera, que debían recaudar los derechos reales del almojarifazgo de Sevilla por Fernando IV. Durante su reinado, Sevilla se convirtió en el centro del gran comercio internacional.

La animadversión hacia la comunidad judía se desató abiertamente en 1354, cuando los judíos sevillanos fueron acusados de profanar la hostia. La peste negra, de 1348, había desatado los ánimos y los judíos sufrieron las consecuencias de los años de depresión tras la epidemia.
Pero la mentalidad antijudía creció tras la subida al trono de la dinastía Trastámara, en cuyo programa de gobierno se hablaba de terminar con el poder que los judíos habían alcanzado en tiempos anteriores. Enrique II ordenó la incautación de los castillos y fortalezas que poseían los judíos y el apartamiento de las comunidades hebreas en barrios cerrados.

Muchos judíos de buena posición se convirtieron al cristianismo, incluso antes de las matanzas de 1391. En la primavera de este año, el Arcediano de Écija, Ferrand Martínez, comenzó a recorrer la ciudad de Sevilla, arengando y exhortando a los sevillanos en contra de los judíos. El 6 de marzo estalló al fin el odio sembrado por el Arcediano de Écija, promoviéndose un motín popular, en el que el pueblo entró por el barrio de la Judería, saqueando las tiendas, maltratando y persiguiendo por las estrechas calles de la Judería.


Pasado algún tiempo, y no sin recelo volvieron algunas familias judías a Sevilla, reconstruyendo sus tiendas y sus casas. Sin embargo, jamás volvió a existir un barrio judío. El barrio, sus palacios y sinagogas fueron cristianizados.
En los años noventa del siglo XX, con motivo de la construcción en Sevilla del aparcamiento subterráneo de Cano y Cueto y de la obra de la Diputación Provincial, salieron a la luz una serie de enterramientos cuya estructura se limitaba simples fosas o bien a tumbas de ladrillo y cubierta en falsa bóveda, en donde la inhumación se practicaba con el difunto en decúbito supino, en ataúd, sin ajuar y con la cara mirando al Este.
En 2001, en un solar de la calle Campamento en San Bernardo, una excavación de urgencia a cargo del arqueólogo Marcos Hunt, permitió hallar más restos de la necrópolis. En esta última excavación se encontraron dos fosas, un osario y tres inhumaciones; a una profundidad de 1,80 metros. La necrópolis judí­a no ocupaba una extensión uniforme; estaba compuesta por parcelas rodeadas de terrenos inhabitados que hasta el s. XVII no comenzaron a urbanizarse.


En 1580, debido a la hambruna provocada por una gran sequí­a, algunos indigentes profanaron algunas tumbas en los alrededores de la Puerta de la Carne. Destrozaron y abrieron un número indeterminado de ellas, encontrando cuerpos vestidos de ricas prendas, joyas, objetos de oro y plata y cierta cantidad de libros hebreos, algunos de los cuales acabaron en manos de Benito Arias Montano, salvándose así­ de la destrucción y la barbarie.
Así­ mismo, fue descubierta una inscripción mortuoria, grabada en un trozo de columna romana. Este epitafio, que tras mucho deambular por Sevilla, acabó en el Museo Arqueológico, perteneció a un brillante sevillano del s. XIV llamado Rabí­ Salomón, que fue médico, astrónomo y exégeta de gran valí­a que murió en Sevilla en 1345.

http://bit.ly/1jCiU7H

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