jueves, 22 de enero de 2015

Gander, un héroe de guerra de cuatro patas

Algo hay entre perros y humanos , algo especial y todo aquel que ha tenido la suerte de convivir con uno de estos animales lo sabe. Algo debió pasar la primera vez que el originario lobo que dio lugar al perro que hoy conocemos, cruzó la vista con el primer humano. Se creaba asi una relación simbiótica donde el hombre aportaba alimento y el perro una lealtad inquebrantable a prueba de cualquier sacrificio.

Bien es sabido que en esta ecuación perfecta es  en muchísimas ocasiones el hombre el que falla en su parte del binomio, pero hoy no queremos hablar de esa calaña que abandona y maltrata a estos magníficos animales. No, hoy queremos contar un ejemplo de lo mejor de esa relación que ya dura miles de años.

Pónganse en situación. Año 1939 ha estallado la Segunda Guerra Mundial y Canadá, miembro del Imperio Británico, inicia el reclutamiento para defender las colonias inglesas de Asia. En el aeropuerto de una pequeña población agricola del Este de Canadá llamada Gander tenían asiento los hombres de Royal Rifles Regiment que se entrenaba antes de ser enviados a Hong Kong. Un buen dia una pareja de ancianos campesinos llegaron hasta la base para preguntar si los muchachos no querrían adoptar a un buen perro de raza terranova que había crecido demasiado. Los soldados no lo dudaron ni un instante y , con permiso del Coronel, se le adoptó inmediatamente como mascota del Regimiento y se le dio el nombre del pueblo donde aguardaban su marcha hacia la guerra. Gander.

Gander encajó rápidamente con su nueva familia, por las mañanas marchaba y acompañaba a los soldados durante el entrenamiento, incluso se le confirió el honor de marchar con la banda de música  del Regimiento en los desfiles, tal y como puede observarse en la imagen de archivo.

Durante los ratos de asueto era frecuente verlo jugar junto a algunos jovenes soldados, que quizás  recordaban asi  tiempos más felices y en paz en sus hogares. 

Sea como fuere la guerra esperaba el momento de poner a prueba a aquellos hombres y este llegó un frio dia de otoño de 1941 en que los soldados y oficiales del Real Regimiento de Rifles del Canadá embarcaron con destino a la plaza británica de Hong Kong en China y junto a ellos marchaba , como un soldado más, el fiel Gander. 

La tranquilidad duró poco. El 8 de diciembre de 1941 Japón atacaba Pearl Harbor y dias después se lanzaba a la conquista de las colonias británicas, holandesas, francesas y americanas en el Pacífico en una batalla relampago imparable. 

Pese a la dura resistencia de las dsitintas guarniciones una a una las colonias de los otrora imponentes imperios coloniales europeos fueron callendo, sin remisión,  en manos de Japón. 

Gander en una posición fortificada de Hong Kong durante un bombardeo nipón.

La batalla para el Regimiento de Rifles canadiense fue especialmente dura. Encargados de defender una sección de las trincheras en la linea de playa sufrieron hasta tres cargas a la bayoneta de la infantería nipona, en todas ellas Gander, el cual se había escapado hasta en cinco ocasiones para mantenerse en primera linea junto a sus amigos,  cumplió como el perro valiente que era.  

Peleó, mordió y atacó a cuanto soldado enemigo se le puso delante, sin desfallecer nunca ni escapar mientras uno solo de aquellos hombres, a los que el destino le había unido ,se mantuviera con vida. En una ocasión en que los canadienses fueron superados y comenzaban a batirse en retirada Gander se abalanzó contra tres japoneses que pretendían rematar en el suelo a un soldado herido, su impetu dio como resultado que los canadienses recuperaran, por ultima vez, su posición entre gritos de rabia y terror. Varios supervivientes de aquel día dijeron que si cargaron a la desesperada no fue por honor, ni por el Rey o el deber, sino porque no podían abandonar a aquel perro aislado, su perro, tras las lineas enemigas. 

Con la mayor parte de la tropa herida o muerta la cosa no pintaba bien para el Regimiento Canadiense.De repente una granada japonesa se coló en la trinchera yendo a caer justo entre un grupo de heridos. Gander no lo dudó, agarró aquella granada y como tantas otras veces corrió lo más rápido que pudo, con todas sus fuerzas, salvando así la vida de aquellos hombres.

Y es que algo hay entre perros y humanos , algo especial y todo aquel que ha tenido la suerte de convivir con uno de estos animales lo sabe. 

La Batalla de Hong Kong duró tan solo 18 dias, pero la leyenda de Gander se corrió de boca en boca a través de todos los soldados encerrados en los terribles campos de prisioneros japoneses. Al finalizar la guerra solo 12 supervivientes del Real Regimiento de Rifles del Canadá pudieron regresar a casa y nunca olvidaron a uno solo de sus camaradas caidos, a ninguno, ni siquiera a un buen perro valiente llamado Gander al que se le otorgó , a título postumo, el grado de Sargento del Regimiento y la Medalla Dickin, la más alta condecoración británica entregada a animales que hayan servido con valor a las tropas de Su Majestad.


lunes, 5 de enero de 2015

Esos locos bajitos ... que conquistaron América



Tenemos una imagen de la conquista de América que nos ha llegado a través de la literatura y las obras pictóricas o de cine que sobre ella se han hecho. En todas se repite la misma imagen que ha terminado transformándose en  iconografíca, barbados hijodalgos curtidos en mil batallas , hombres feroces y sabios en su plena madurez que cifran en el filo de la espada toda las ansias de riqueza y aventuras que su imaginación era capaz de concebir.


Fundación de Santiago de Nueva Extremadura ,
hoy conocida como Santiago de Chile.

La historia no obstante esconde una curiosa omisión pasada por alto, la relativa corta edad de los próceres de la conquista. 

La mayoría de ellos eran tan jóvenes que en los casos de contar con altas responsabilidades administrativas ( adelantados, corregidores, gobernadores,alguaciles, etc) debían hacerse acompañar de un curator para que se hiciera cargo de las cuestiones que afectaran al ámbito patrimonial legal de los furibundos conquistadores de América.

Algunos ejemplos son el joven Antonio Tomás, testigo de la fundación de Santa María de tan solo quince años, o el sevillano Vicencio de Baeza que contaba trece cuando participó en los combates de San Gabriel. La vida de este joven da para una película de aventuras. Participó en la fundación de San Salvador, acompañó como arcabucero hasta Asunción al Adelantado Juan Ortiz de Zárate en su expedición de conquista, tomó parte de varios duelos a muerte por frecuentar las alcobas de muchas damas españolas y conspiró para derrocar a Diego Ortiz de Zárate y Mendieta, gobernador interino del Río de la Plata y del Paraguay nombrado por su tio Juan ,anteriormente mentado. La conspiración no tuvo éxito y el bueno de Vicencio fue condenado a muerte por martirio junto a sus cómplices, (que tal era la pena por traición en aquellos días) cuando contaba solo con veinte años de edad. 

Por cierto, que el tal Gobernador Mendieta, que tan firmemente aplicó la ley de Castilla, tenía tan solo dieciocho.

Antonio de Añasco, que llegó a ser Teniente General de Rio de la Plata, comenzó su vida en la milicia con tan solo catorce. Llegados a este punto hay que aclarar que en aquellos tiempos esto era algo aceptado como natural. Según un Tratado Militar de la Edad Media soldado se podía ser desde los catorce años porque fue a esa edad es en la que San Martín de tours se inició a la vida castrense, aunque la verdad era que desde mucho antes ya se formaba parte, si bien no sentando plaza de soldado sino como mochilero de algún infante llevando sus pertenencias,  o como tambolilero o paje.

Cuando Francisco de Pizarro  mantenía cautivo al Inca Atahualpa a la espera de su famoso rescate consistente en 84 toneladas de oro y 164 de plata con que llenó el cuarto donde estaba retenido, el guarda que lo vigilaba era un infante de dieciocho años. Sabida es la historia que Pizarro no respetó el acuerdo y terminó ejecutando al lider del Imperio Inca, quizás de manera premonitoria ese guarda adolescente se llamaba Melchor Verdugo.

Uno de los expedicionarios de Pizarro fue el ya citado Juan Ortíz de Zarate que con tan solo trece años se embarcó en la conquista de Perú. Cuando al tiempo organizó la expedición para conquistar Asunción y Rio de la Plata uno de cada seis de sus infantes tenía diecisiete años, varios de ellos no llegaban a los diez y los más veteranos, a la usanza de los tiempos llamados "soldados antiguos",  no pasaba ninguno de los veinticuatro.

Asi que ya ven, tengan en valor a las jóvenes generaciones de esta tierra, que con el apoyo necesario  son capaces de conquistar un nuevo mundo.






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