Algo hay entre perros y humanos , algo especial y todo aquel que ha tenido la suerte de convivir con uno de estos animales lo sabe. Algo debió pasar la primera vez que el originario lobo que dio lugar al perro que hoy conocemos, cruzó la vista con el primer humano. Se creaba asi una relación simbiótica donde el hombre aportaba alimento y el perro una lealtad inquebrantable a prueba de cualquier sacrificio.
Bien es sabido que en esta ecuación perfecta es en muchísimas ocasiones el hombre el que falla en su parte del binomio, pero hoy no queremos hablar de esa calaña que abandona y maltrata a estos magníficos animales. No, hoy queremos contar un ejemplo de lo mejor de esa relación que ya dura miles de años.
Pónganse en situación. Año 1939 ha estallado la Segunda Guerra Mundial y Canadá, miembro del Imperio Británico, inicia el reclutamiento para defender las colonias inglesas de Asia. En el aeropuerto de una pequeña población agricola del Este de Canadá llamada Gander tenían asiento los hombres de Royal Rifles Regiment que se entrenaba antes de ser enviados a Hong Kong. Un buen dia una pareja de ancianos campesinos llegaron hasta la base para preguntar si los muchachos no querrían adoptar a un buen perro de raza terranova que había crecido demasiado. Los soldados no lo dudaron ni un instante y , con permiso del Coronel, se le adoptó inmediatamente como mascota del Regimiento y se le dio el nombre del pueblo donde aguardaban su marcha hacia la guerra. Gander.
Gander encajó rápidamente con su nueva familia, por las mañanas marchaba y acompañaba a los soldados durante el entrenamiento, incluso se le confirió el honor de marchar con la banda de música del Regimiento en los desfiles, tal y como puede observarse en la imagen de archivo.
Durante los ratos de asueto era frecuente verlo jugar junto a algunos jovenes soldados, que quizás recordaban asi tiempos más felices y en paz en sus hogares.
Sea como fuere la guerra esperaba el momento de poner a prueba a aquellos hombres y este llegó un frio dia de otoño de 1941 en que los soldados y oficiales del Real Regimiento de Rifles del Canadá embarcaron con destino a la plaza británica de Hong Kong en China y junto a ellos marchaba , como un soldado más, el fiel Gander.
La tranquilidad duró poco. El 8 de diciembre de 1941 Japón atacaba Pearl Harbor y dias después se lanzaba a la conquista de las colonias británicas, holandesas, francesas y americanas en el Pacífico en una batalla relampago imparable.
Pese a la dura resistencia de las dsitintas guarniciones una a una las colonias de los otrora imponentes imperios coloniales europeos fueron callendo, sin remisión, en manos de Japón.
Gander en una posición fortificada de Hong Kong durante un bombardeo nipón. |
La batalla para el Regimiento de Rifles canadiense fue especialmente dura. Encargados de defender una sección de las trincheras en la linea de playa sufrieron hasta tres cargas a la bayoneta de la infantería nipona, en todas ellas Gander, el cual se había escapado hasta en cinco ocasiones para mantenerse en primera linea junto a sus amigos, cumplió como el perro valiente que era.
Peleó, mordió y atacó a cuanto soldado enemigo se le puso delante, sin desfallecer nunca ni escapar mientras uno solo de aquellos hombres, a los que el destino le había unido ,se mantuviera con vida. En una ocasión en que los canadienses fueron superados y comenzaban a batirse en retirada Gander se abalanzó contra tres japoneses que pretendían rematar en el suelo a un soldado herido, su impetu dio como resultado que los canadienses recuperaran, por ultima vez, su posición entre gritos de rabia y terror. Varios supervivientes de aquel día dijeron que si cargaron a la desesperada no fue por honor, ni por el Rey o el deber, sino porque no podían abandonar a aquel perro aislado, su perro, tras las lineas enemigas.
Con la mayor parte de la tropa herida o muerta la cosa no pintaba bien para el Regimiento Canadiense.De repente una granada japonesa se coló en la trinchera yendo a caer justo entre un grupo de heridos. Gander no lo dudó, agarró aquella granada y como tantas otras veces corrió lo más rápido que pudo, con todas sus fuerzas, salvando así la vida de aquellos hombres.
Y es que algo hay entre perros y humanos , algo especial y todo aquel que ha tenido la suerte de convivir con uno de estos animales lo sabe.
La Batalla de Hong Kong duró tan solo 18 dias, pero la leyenda de Gander se corrió de boca en boca a través de todos los soldados encerrados en los terribles campos de prisioneros japoneses. Al finalizar la guerra solo 12 supervivientes del Real Regimiento de Rifles del Canadá pudieron regresar a casa y nunca olvidaron a uno solo de sus camaradas caidos, a ninguno, ni siquiera a un buen perro valiente llamado Gander al que se le otorgó , a título postumo, el grado de Sargento del Regimiento y la Medalla Dickin, la más alta condecoración británica entregada a animales que hayan servido con valor a las tropas de Su Majestad.